"Mi amigo el escritor norteamericano, conservador, republicano, claro producto de la Norteamérica blanca y protestante, me dejó sorprendido cuando desde su pequeño condado vecino a Los Ángeles me hizo saber su decisión: 'Votaré por Obama', dejó escrito simple y llanamente en un mail. Estados Unidos asumía desde ya la comprensión de este mundo del siglo XXI, qué duda cabía."
Obama, in prima epistula
Teódulo López Meléndez *
teodulolopezm@yahoo.com
I

La sociedad norteamericana había producido el líder, aún antes del crack económico. Sólo una sociedad viva, inquieta y capaz de erguirse sobre su multiplicidad, sobre sus contradicciones y sobre sus gravísimos defectos, es capaz de producir el liderazgo asentándose sobre sus virtudes y sobre su capacidad de autogeneración. Ese documento memorable no hablaba de aislacionismo, hablaba de la mezcla de realismo y elevación; quienes piensen que los Estados Unidos de Obama entra en una especie de retraimiento andan muy equivocados. Donde entra Estados Unidos es en la percepción emocional de este atribulado planeta bajo la conducción de un líder temperamental e intelectualmente claro. El liderazgo de los Estados Unidos no disminuye, simplemente cambia.
La inteligencia echa pilotes sin necesidad de aspavientos. Quiero decir que quienes han asegurado que la campaña presidencial norteamericana transcurrió sin innovaciones programáticas, andaban absolutamente equivocados. Quienes aseguraron que los planteamientos de Obama o de McCain pasaban sin mayores distinciones, lo hicieron por incapacidad para percibir la terrible sinergia que estaba presente en la elección. Lo que allí se debatía era si los norteamericanos aplazaban el viraje por cuatro años (más no iba a durar la presidencia de McCain) o si lo asumían de una vez. El lado trágico de McCain lo encarnaba Sara Palin, con su conservadurismo perdido en las entrañas de una nación que hacía brotar viejos atavismos e incomprensión total del mundo presente.
Sin lugar a dudas el mundo estaba volcado hacia Obama, pero quienes comprendieron la trascendencia del momento y percibieron la emoción de lo que sucedía fueron los propios norteamericanos. Nunca había visto tanta, tanta entrega, tanta convicción de vivir en un momento estelar de la historia de los Estados Unidos. Mi amigo el escritor norteamericano, conservador, republicano, claro producto de la Norteamérica blanca y protestante, me dejó sorprendido cuando desde su pequeño condado vecino a Los Ángeles me hizo saber su decisión: “Votaré por Obama”, dejó escrito simple y llanamente en un mail. Estados Unidos asumía desde ya la comprensión de este mundo del siglo XXI, qué duda cabía.
II

Con América Latina hay asuntos puntuales y Cuba encabeza la lista. Entre los muchos manifiestos que recibí con motivo de esta elección estaba uno de una autodenominada Juventud Cubana en el exilio en Miami, donde se llamaba a un esfuerzo final para impedir la victoria del comunista Obama en el estado de Florida. En esos términos no se puede seguir funcionando con Cuba. Es hora de que Estados Unidos y Cuba se sienten a dialogar. Así como no se puede esperar un levantamiento unilateral e incondicional del errático bloqueo, tampoco se puede esperar que nada se mueva. El diálogo debe iniciarse y podrá ser todo lo lento que las circunstancias lo ameriten, pero deberá avanzar contra todas las dificultades. El espectáculo del tejemaneje sobre la eventual asistencia norteamericana a la isla con motivo de los dos últimos destructivos huracanes, no deberá repetirse jamás. Paso a paso deberá irse hacia delante: apertura política por apertura económica, liberación de presos por autorización de exportaciones norteamericanas, mejoría notable de los derechos humanos por aumento de los envíos de remesas en dólares de los cubanos-estadounidenses a sus familiares en Cuba. El diálogo entre Estados Unidos y Cuba debe abrirse, ese es otro de los imperativos históricos que ronda la presidencia de Barack Obama.
III
Sí, tal como lo decía The New Yorker lo que caracteriza a este mundo es la perplejidad. Este es un mundo que ha perdido el rumbo, que yace en la irresolución, sin aliento. Devolvérselo es la tarea de un líder carismático que ya no recurre a la prepotencia imperial sino al tono de la criticada palabra. Qué Obama hablaba muy bien, pero era sólo palabras, fue uno de los argumentos de Hillary Clinton en su memorable batalla contra Obama. La señora Clinton se veía rebasada en una lucha que había sido diseñada, hasta en los últimos detalles, para que ella la ganara. El joven senador negro (que algunos se empeñan en reiterar como mestizo buscando quién sabe que efecto) era sólo palabras, pero la señora Clinton no podía comprender que detrás del lenguaje arrollador de su joven oponente estaba un pensamiento, no podía entender que el lenguaje es el arma fundamental de un líder emergente. El lenguaje –está dicho hasta la saciedad- es fiel reflejo de quien lo emite, el lenguaje es la traducción a signos de una estructura mental. El lenguaje puede cambiar al mundo. En efecto, somos escritores por conocimiento del poder del lenguaje, de uno que en la pluma de un escritor puede ser endeble o aparentemente intrascendente, pero que en boca de un líder (de manera especial si lo es de la primera potencia mundial) va a tener un efecto de cambio capaz de modificar estructuras cerradas, de abrir ventanas hasta ahora tapiadas, de hacer correr un aire fresco que permita mirar las cosas de otra manera, aunque nadie perciba de inmediato la trascendencia de la modificación.IV

Un encuentro y una conversación posibles entre Obama y Chávez no deben asustar a nadie. O es que alguien piensa que el presidente Obama se va a dedicar a avalar dictaduras. O es que alguien piensa que Obama es el presidente de algún espacio extraterrestre y no de los Estados Unidos. Esa conversación podría ser muy perjudicial para Chávez. Como muy bien lo ha dicho el equipo del presidente electo de los Estados Unidos aquí no se trata de sentarse a tomarse un café, aquí se trata de preparación detallada, de establecer condiciones para que el diálogo fluya, de preparar cuidadosamente los detalles.
La mirada de lo que será la presidencia de Obama hacia América Latina no está definida con claridad. Es aquí donde las ideas y las realidades quizás choquen con más fuerza. Creo yo, desconocido comentarista en la pequeña república que es Venezuela, que el primer movimiento deberá ser hacia Cuba, pero no puedo anticiparme a los primeros pasos del presidente Obama. De algo no tengo la menor duda: la nueva administración abrirá todo el abanico hacia América Latina. Toca a América Latina prepararse para una conversación fluida y sin tapujos que traerá beneficios, aunque también algunos encontronazos ineludibles. De ambas cosas se vive.

* Escritor e diplomata venezolano
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